Esta pieza dialoga y critica las ideas de la estética de lo pulido que imposibilita la contemplación de la belleza o del juicio estético, abogando por la observación hedonista. Personalizar el celular (más allá de añadirle un case) es ahora un acto de mal gusto: colocar stickers, dijes o llaveros, modificar el tono de llamada, o incluso tener el sonido activo. Ya no nos apropiamos de los aparatos, respetamos el diseño. La obra de Mariana nos recuerda a aquel viejo Motorola que estuvo de moda en la primera década de los dos mil y se personalizaba a gusto del usuario con estampitas, brillos, ringtones polifónicos, e incluso cartas o dibujos que te regalaban tus amigos en la secundaria, para reflejar la personalidad de su dueño..